Un maestro le pidió a su discípulo que limpiara el jardín del monasterio. El discípulo lo limpió dejándolo impecable, pero el maestro no quedó satisfecho. Lo obligó a hacer un segundo aseo y después un tercero. Desalentado, el pobre discípulo se quejó.
-Pero maestro, en este jardín ya no hay nada que ordenar ni limpiar, todo esta hecho.
-Falta una cosa- respondió el maestro, quien sacudió un árbol del cual cayeron algunas hojas que cubrieron el suelo.
-Ahora sí, el jardín está perfecto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario