Los antiguos ritos de iniciación y pasaje han desaparecido.
¿Cómo sabemos que nos convertimos en adulto y dejamos la niñez definitivamente atrás?
No hay un ritual, ni ceremonia, ni entrenamiento que marque el umbral que debe ser superado y separe claramente el ambiguo espacio entre la niña y la mujer, el niño y el hombre: ¿la fiesta de los 15 años?, ¿la primera relación sexual?, ¿el ingreso a la universidad?, ¿el acceso a una cuenta corriente?, ¿el primer sueldo?, ¿el saltar de la casa de los padres a la del esposo?...
El sistema neoliberal actual entrega “simbolitos”, a todas luces insuficientes para sentir en todo su significado que es ser adulto: les da acceso al crédito para que se sientan grandes (y encalillados), les regala tarjetas varias, uno puede vestirse con ropa de marca de adulto, puede tener carné para manejar y auto, votar, pero son todas señaléticas exteriores que no me dicen nada sobre la adultez. Las responsabilidades del adulto se entremezclan así con actitudes y mentalidad de niño.
Ser adulto se refiere a un nivel de conciencia, no a posibilidades materiales. El niño depende y hace responsable a los demás de sus errores. El adulto asume su vida como un asunto propio donde los demás no tienen la culpa.
Sigue a la vuelta.
No existen tampoco hoy los rituales de pasaje que rayaban el paso del mundo de la vida adulta con el de la vejez. El sistema reniega de los años y vende pomadas, cremas y cirugías para negarlo. La menopausia es evitada con hormonas, usar ropas deportiva de marca alejará los fantasmas de la tercera edad. El sistema no les da trabajo, los considera improductivos, y para las Isapres los viejos son un cacho.
Se ha esparcido por el mundo el objetivo de permanecer siempre jóvenes y jamás envejecer. Así que los años son una maldición sin sentido. Esa vejez está en esta línea de Nicanor Parra, “enfermedad, decrepitud y muerte”.
Lo material es incapaz de darle sentido a la vejez.
Las señales modernas sobre los “años dorados” pueden ser resumidas en: trabaje muuuchos años como hormiguita y disfrute de una segunda juventud con su jubilación (si es que le alcanza para algo). Viaje por el mundo, recorra el Caribe en cruceros de la tercera edad, ahora sí viva la vida loca (claro que en general con una sonda en la vejiga, y con el peligro de caerse por la borda por el Parkinson).
Entre los pueblos originales, la mujer después de sus años de fertilidad tenía importantes funciones sociales: educación e iniciación de las más jóvenes, medicina, religión, memoria y tradiciones. Ser viejo era un plus, tenía sentido, y los jóvenes guerreros acudían a estos en busca de consejo. Un chamán güeno parte desde los 40. Los Consejos de Ancianos nacen naturalmente en las culturas donde envejecer es una iniciación: ellos, hombres y mujeres, encorvados y sabios, detentan el verdadero poder del grupo.
DE AMOR Y MUERTE
El matrimonio es otro ritual de pasaje con sus simbolos medio a mal traer.
Esta iniciación consiste en transformar a un tipo en dos: aquel que pensaba sólo para sí, y tomaba decisiones para su exclusiva conveniencia, deberá adentrarse en los misterios de fundirse con otro, de velar por otro, de compartir, de convivir, y cuando lleguen los hijos esto se profundizará dando paso a un nuevo pasaje.
Porque tener un hijo es otra transformacion. Del amor condicional, el de pareja, del ¿me querís?, ¿si?, ¿seguro?, ¡entonces yo también!, pasamos al amor incondicional. Del, ya que me amas obedéceme y sigue mis mañas -amor-manipulación-, entramos con el hijo a la esfera del amor-entrega sin poner condiciones.
Las cifras de divorcios y amores perros hablan del fracaso de este pasaje. Es paradójico: en la India los matrimonios son concertados, 0 brillo, los padres se ponen de acuerdo cuando aún los niños son pequeños y esa relación durará toda la vida. En su cultura existe un muy bajo índice de separaciones. Para nosotros occidentales un matrimonio arreglado sería terrible e impensado. Sin embargo, con toda nuestra libertad para escoger, nos va mas o menos no más, e incluso, la mujer y el hombre que parecen bien casados a los ojos sociales, sueñan en la soledad con sirenas y príncipes azules.
Nadie nos prepara para el encuentro con el otro en la intimidad. Nos enseñan de Arturo Prat y de álgebra, pero del amor y de las relaciones de pareja aprendemos por el mecanismo de ensayo y error. Las fantasías tejidas en torno al amor, aprendidas de mala manera a través de las telenovelas, los boleros y los amigos, quedan rápidamente deshechas por la realidad del matrimonio cotidiano.
Es interesante que la iglesia católica (con minúscula :P) prepara por dos años a los padres del niño que va a realizar su primera comunión. En cambio el tiempo de instrucción de los que se van a casar por el seno de la iglesia es de... dos semanas.
Las señales culturales actuales que acompañan al matrimonio moderno mal nos hablan de lo que éste implica. Así que llegamos inmaduros a esta iniciación persiguiendo la letra de una canción de Luis Miguel o nuestra propia imagen en el espejo. Como ejemplo, el rito de la boda, donde el desgaste de los verdaderos significados es patético: lista de novios de un multitienda, invitaciones, confección del vestido, elección de la luna de miel según el status de la futura pareja, filmar la boda, el ramo, la torta, el regalo obsceno, mil y un ítemes, hasta que por fín la pareja se encuentra a solas. Y viene entonces un "¡¿cresta, con quién estoy durmiendo!?"...
Lo dice clarito Teresa Calderón en su poema “Bodas”:
Hasta que la muerte/ nos separe"/ Y cómo brillaba/ en su mano/ el puñal.
No somos instruidos en la nueva conciencia que significa la vida íntima, la vida de a dos. Y que decir si los contrayentes además no completaron el ritual anterior de pasaje a la adultez. Ya vienen debiendo un ciclo.
Y entonces, durante la segunda mitad de la vida nos confrontamos con la muerte. Las religiones deberían entregan un soporte psicológico y espiritual rico en símbolos, historias e imágenes que nos acompañen en ese descubrimiento de lo eterno, de lo que no perecerá en nosotros. Lamentablemente estas imágenes se han ido desgastando con los siglos, y profundos misterios devienen para muchos en repeticiones monótonas vacías de significados.
Lo neo-liberal no provee una trama a la iniciación que es la muerte. Los ritos de Eleúsis, los misterios Órficos, o el entierro del guerrero durante la noche, yacen olvidados. Los pueblos agrícolas creían en la vida eterna al ver el ciclo de la vegetación que les daba alimento: nacimiento, crecimiento, retorno a la tierra y vuelta a nacer. La tierra, los frutos sobre los cuerpos enterrados es la más fértil. Somos excelente abono. Pero ya no venimos de la tierra ni a ella volveremos, pues vivimos toda la vida rodeados de concreto y reposaremos el sueño eterno en un minúsculo DFL2 también de concreto, llamado nicho. El ritual del velorio se parece hoy más a un evento social que a un complejo ceremonial. Varios asistentes estarán muy preocupados en dejar su tarjeta de manera que se sepa que estuvieron; o si no puedes ir, te mandan una cartulina (corona de caridad) y se te agradece a su vez con otra cartulina. Pésames virtuales.
Pensar sobre la muerte es para la cultura moderna comprarse a cuotas una tumba cubierta de chépica alemana en un cementerio privado y un buen seguro de vida. Gonzalo Rojas expresa esto mejor que yo en su poema “La Farsa”:
Me divierte la muerte/ cuando pasa en su carroza tan espléndida/ seguida por la tristeza en automóviles de lujo/ se conversa del aire/ se despide al difunto con rosas/ Cada deudo agobiado/ halla mejor su vino en el almuerzo.
LA INICIACIÓN PERSONAL.
¿Dónde se fueron los espíritus que poblaban las montañas, los ríos, los impenetrables bosques, los profundos océanos?. ¿Dónde están las voces que traía el viento, o las salamandras ardientes que saltaban vivas de los braseros, o las conversaciones que se sostenían con nuestros antepasados muertos?. ¿Dónde quedaron las marcas culturales que me decían eres ahora un hombre, o una anciana, o una esposa?... pues se han retirado del mundo visible pero yacen ocultos e indemnes en las profundidades de la psique individual. Dioses ancestrales, mitos colectivos, ceremonias iniciáticas moran aún agazapados en cada uno de nosotros. A mayor materialismo exterior, mayor espiritualidad del inconsciente. Esto lo demuestra el espontáneo y abundante material mitológico, religioso, histórico que aparece en los sueños de la gente de las ciudades y que me toca descifrar todos los días.
La cultura actual no nos dará ninguna mano en iniciarnos en las diferentes etapas de la vida. Las rutinas cívicas son el aliciente para la gran mayoría que desea permanecer relativamente dormidos. El sueño de la casa propia, de una jubilación digna, de ropa de marca, y un vehículo todo terreno, constituyen las actuales etapas de desarrollo para la masa. Ante cualquier emergencia recurrirán a los viejos sacramentos portadores de la gracia, iran a misa corriendo, harán una manda, hasta que el apuro pase y puedan volver a sus hábitos robóticos. Sin embargo la desesperación del no sentido y el estado infantil seguirán llenando divanes y atestando los clubes de los corazones rotos y de los neuróticos anónimos.
La respuesta parece ser la reconexión con los poderosos símbolos que han acompañado a la humanidad por milenios y que están aquí mismo, al alcance de un sueño, de una reflexión profunda, de la actividad artístico-creativa, de la meditación, del retorno a la naturaleza y sus poderes inmortales. El viaje interno, personal e individual, cuyas impresiones son tan fuertes como el ser bañado por la sangre de un toro, cuyas señales son tan sagradas como una ceremonia de cremación en la orilla del Ganges, cuyos efectos son tan duraderos como una circuncisión, es la manera como hombres y mujeres aún crecen, paralelamente a la no existencia actual de una cultura simbólico-ceremonial.
Este viaje comienza con un descontento, un sentirse insatisfecho ante la vacías rutinas sociales, la certeza de crisis de pasaje pendientes, un molesto dolor de cuello de tanto voltear hacia atrás. Somos héroes al arriesgarnos a dar el paso hacia el laberinto y su aventura. Muchos, antes que nosotros se adelantaron y sólo basta seguir su rastro en los mitos, en las leyendas, en las grandes gestas cuyos cantos perduran hasta hoy. Hay un hilo de lino que marca el camino por entre las sombras, y que es el rastro de quienes ya nos antecedieron.
Bien lo dice Jesús en su parábola de la oveja perdida: el reino es como aquel pastor que tenía cien ovejas. Una de ellas, se le perdió y el dejó a las otras noventa y nueve hasta que logró dar con la oveja perdida. Y entonces al hallarla le dijo: “Yo te amo más que a las otras noventa y nueve". (Tomás, 109). La oveja perdida es la más inteligente y sensible del rebaño, la única que se arriesga al llamado a la aventura, más allá de los límites impuestos por una cultura colectiva local y el que dirán. La oveja blanca se refugia en la seguridad de su cerca, en las rutinas sociales, en su trabajo. El pastor cambia a las noventa y nueve por la que se perdió y la ama más que ninguna.
Es lo de siempre: perderse para encontrarse, separase para descubrirse en el medio de la multitud, y donde se esperaba encontrar un monstruo, en el lugar donde reside el mayor de nuestros miedos, aparece Dios. El pasaje siempre incluye dolor, la pérdida y la separación, y las cicatrices que dejaban en el cuerpo de los iniciados los antiguos y oscuros rituales así lo ejemplifican.
Pero maravillosos tesoros le esperan al que sabe que a esa iniciación se parte solo.
Excelente!
ResponderBorrarSí, sin duda maravillosos tesoros le esperan al que sabe que la iniciación se parte solo!! Mi hijo de 13 años decidió hace poco uniser a los scout para partir a un campamento en el cajón del maipo, dejo los panoramas con sus amigos cercanos, el playstation, el celular y preparo mochila y saco diciendome "mamá gracias por dejarme ir voy a estar bien, esto es algo que hoy quiero hacer". Justo cuando la "torticolis" me mataba de tanto mirar pa' atras, mi hijo y tu blog me hacen despabilarme, Gracias!!!
ResponderBorrarGracias Francisco!!!
ResponderBorrarPuchas Francisquito, me dejaste pilucha...
ResponderBorrar...La sincronía entre mi vida y este tema es por decir lo menos increible...
ResponderBorrarSoy tan idiota. que nose como entrar con mis ganas que tengo de ser escuchada. Hay alguien ahí?.....Total!...tus palabras siempre acuchillan!...en el buen Zen-tido de la palabra. Ojala ( quiera Dios), se escuchen....no hay otra cosa que el perdon para ser adultos...el pasaje: ES el perdon...por ahora...despues viene el Agradecer de estar vivo...y a la vuelta de la esquina esta la muerte. GRACIAS.Rosa.
ResponderBorrarCada día agradezco más la posibilidad de leer cosas realmente interesantes, que estos pensamientos que son como las llaves de los candados de ésta sociedad aberrrante, sigan abriendo puertas,para felicidad de tod@s,
ResponderBorrar